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Foto del escritorKaren Lentini Gómez

26. Vida de Luis Alberto escrita por Eduardo Sánchez Rugeles

Actualizado: 31 ene 2020


26. Vida de Luis Alberto escrita por Eduardo Sánchez Rugeles, es una historia conmovedora sobre la realidad de los jóvenes venezolanos con prólogo de Lorenzo Mendoza


Foto : Vasco Szinetar

Por: Karen Lentini Gómez


Eduardo Sánchez Rugeles escritor venezolano radicado en Madrid, autor de varios títulos entre ellos Liubliana, novela ganadora del primer lugar del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario, Sor Juana Inés de la Cruz; nos acerca a 26. Vida de Luis Alberto, una biografía sobre la esperanza y la celebración de la vida en un país hostil.


Alguna vez has afirmado que la imaginación es el punto de partida de las historias pero siempre se envenena el relato con algunos componentes de tu propia vida ¿Podrías describir si en este caso hay algo de tu biografía y que hay de imaginación?

La imaginación es una facultad subjetiva, moderada por las vivencias y experiencias individuales. Cada quien construye su propio imaginario a partir de sus referentes, de aquello que le ha tocado vivir. En este sentido, creo que es inevitable el entrecruzamiento entre lo biográfico y lo imaginado. El «yo» sabotea la invención, siempre se cuela. En el caso de «26» nunca me alejé del relato. Aparezco como observador, como oyente, como testigo, como director coral. Si bien las voces de los familiares y seres queridos del protagonista son las que sustentan el relato, las intervengo de principio a fin, para establecer un orden. Mi historia personal también está en este libro: mi experiencia como docente, mi peripecia migratoria, mi mirada sobre lo que ocurre en Venezuela.


El profesor Jaime López Sanz afirma que el artista trabaja en el saneamiento de su propia psique ¿Este libro te ha ayudado a sanar? ¿Cómo un hecho tan doloroso puede transformarse en algo atractivo para el lector?

No sé si la redacción de «26» me ayudó a sanar, porque no soy consciente de mi patología. No sé exactamente cuál es mi dolencia, pero sí sé que para Mayra Valdez, y para muchas de las personas cercanas a Luis Machado, la experiencia fue un bálsamo, un desahogo compartido, una pequeña tabla. Su confianza fue mi mayor beneficio.


Claudio Magris, en El Danubio afirma:

«La identidad es una búsqueda siempre abierta incluso la obsesiva defensa de los orígenes puede ser en ocasiones una esclavitud tan regresiva como en otras circunstancias, cómplice rendición al desarraigo».

¿Te identificas con esta afirmación?

Magris es un autor de cabecera, admirado y apreciado, por lo que muchas veces suelo coincidir con sus observaciones. Coincido con la idea de la búsqueda, del cuestionamiento constante, de la crítica de la memoria histórica y de la idiosincrasia. La brutalidad de la situación actual en Venezuela hace que, efectivamente, ese cuestionamiento sea obsesivo, tan necesario como enfermizo.


¿Crees que los escritores venezolanos están condenados u obligados a dar una significación política a su escritura? ¿Es una responsabilidad o una necesidad?

No utilizaría la palabra condena. Las circunstancias han politizado no solo las acciones estéticas, sino también la mera supervivencia. En Venezuela, la literatura es un oficio de resistencia, un acto de rebelión, una manera de contrarrestar los desafueros del poder. La acción de escribir, de contar algo, de dar testimonio, es contestataria per se, porque la Revolución bolivariana se ha empeñado, en vano, en legitimar un pensamiento único, unidimensional, sin fisuras, en el que el pensamiento crítico no tiene cabida. Escribir es una forma de hacer oposición.


¿Para un lector que no sea venezolano qué interés puede tener este libro?

«26» plantea una serie de reflexiones universales en torno a la muerte, la finitud, la melancolía y las intenciones de Dios con su fallido mundo. Por otro lado, la curiosidad sobre lo que ocurre en nuestro país, la manera absurda como los jóvenes se sacrifican en las calles, puede llamar la atención de aquellos que intentan comprender el complejo fenómeno «Venezuela».


Te han definido y te defines como pesimista. Siendo un pesimista ¿Qué te motiva a escribir?

Lo del pesimismo es una pose, una etiqueta que me disgusta menos que otras. Mis referentes librescos y cinematográficos son bastante oscuros. Me gusta la literatura gótica, las especulaciones en torno a la naturaleza del mal, los personajes viles, de ahí a que comulgue con cierto desasosiego, hastío, desesperanza. Me gusta escribir. No sé muy bien qué me motiva. Explorar esa melancolía, ese vacío cotidiano, podría ser una motivación, una excusa para aventurarme a contar historias, para vivir en la ficción.




Foto: Amazon.es

De los títulos que has escrito ¿Tienes alguno predilecto y por qué?

Tengo personajes predilectos, queridos, como Eugenia Blanc en Blue Label o el pequeño Julián. Cada libro tuvo su momento y significó algo importante.


Alvaro Mutis en una entrevista afirmaba refiriéndose a España y América Latina que las obras más serias se estaban dando en el exilio ¿En tu obra que te ha aportado desprenderte de tu país?

Distanciamiento. Claridad. Una visión menos apasionada de las cosas, en la que la emoción participa pero no tiene la última palabra. Calma para trabajar y tiempo de reflexión para la desesperanza.


¿Te gustaría escribir otra biografía? ¿Cuál sería? 

No me lo he planteado. La mayoría de mis proyectos se centran en la ficción. Nicolás Maduro es un personaje interesante, su patetismo es trágico. Quizás más adelante le dé una vuelta.


Eduardo Liendo, otro de tus referentes literarios, opina que «La literatura es un recurso de crecimiento personal» 

Si estás de acuerdo con dicha afirmación, a las personas que solo ven en la literatura una manifestación estética o un entretenimiento ¿Cómo les argumentarías que tiene una significación más profunda? 

Creo que ambas ideas son complementarias. No necesariamente el entretenimiento tiene que ser algo frívolo o inocuo. Yo leo para divertirme, pero también leo para formarme sobre ciertos asuntos, para aprender, para reflexionar sobre cosas que, en la vida cotidiana, suelo pasar por alto. Desconfío de la literatura que pretende ser un mero artefacto cerebral, orientada a un público selecto, capaz de decodificarla a través de su privilegiada inteligencia. Ese tipo de trabajo no me interesa. Apuesto por una línea media en la que, como afirma Liendo, podamos aspirar al enriquecimiento personal, pero sin aburrirnos.


Entrevista publicada originalmente en revistavenezolana.com


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